Hasta el momento, los efectos han sido limitados, pero las turbulencias del mercado energético podrían intensificar la inseguridad alimentaria
CIUDAD DE WASHINGTON, 30 de octubre de 2023. De acuerdo con la última edición del informe Commodity Markets Outlook (Perspectivas de los mercados de productos básicos) del Banco Mundial, si bien la economía mundial está mucho mejor posicionada que en la década de 1970 para hacer frente a una gran crisis de los precios del petróleo, una escalada del conflicto en Oriente Medio —que se suma a las perturbaciones causadas por la invasión rusa de Ucrania— podría empujar a los mercados mundiales de productos básicos hacia terrenos desconocidos.
El informe proporciona una evaluación preliminar de las posibles implicaciones a corto plazo de dicho conflicto para los mercados de productos básicos. En él se concluye que los efectos serán limitados si el conflicto no se extiende. Según el pronóstico de referencia del Banco, los precios del petróleo alcanzarán un promedio de USD 90 el barril en el trimestre en curso, antes de descender a un promedio de USD 81 el próximo año a medida que se desacelere el crecimiento económico mundial. Se prevé que en 2024 los precios generales de los productos básicos caerán un 4,1 % y los precios de los productos básicos agrícolas disminuirán a medida que aumenten los suministros. También se espera que los precios de los metales básicos caigan un 5 % en 2024 y que los precios de los productos básicos se estabilicen en 2025.
Hasta el momento, los efectos en los mercados mundiales de productos básicos han sido limitados. Desde que estalló el conflicto, los precios generales del petróleo han aumentado alrededor de un 6 %. Los precios de los productos básicos agrícolas, la mayoría de los metales y otros productos básicos apenas se han movido.
Las perspectivas para los precios de los productos básicos se ensombrecerían rápidamente si el conflicto se intensificara. En el informe se describe lo que podría suceder en tres escenarios de riesgo basados en la experiencia histórica desde la década de 1970. Los efectos dependerían del grado de interrupción del suministro de petróleo. En un escenario de “poca interrupción”, el suministro mundial de petróleo se reduciría entre 500 000 y 2 millones de barriles por día, lo que equivale aproximadamente a la reducción observada durante la guerra civil de Libia en 2011. En este escenario, el precio del petróleo aumentaría inicialmente entre un 3 % y un 13 % con respecto al promedio del trimestre actual, y el barril pasaría a costar entre UDS 93 y USD 102.
En un escenario de “interrupción media” —equivalente en líneas generales a la guerra de Irak de 2003—, el suministro mundial de petróleo se reduciría entre 3 y 5 millones de barriles por día. Esto elevaría inicialmente los precios del petróleo entre un 21 % y un 35 %, de modo que el barril pasaría a costar entre USD 109 y USD 121. En un escenario de “interrupción considerable” —comparable al embargo árabe del petróleo de 1973—, el suministro mundial de petróleo se reduciría entre 6 y 8 millones de barriles diarios. Esto elevaría inicialmente los precios entre un 56 % y un 75 %, con lo que el barril pasaría a costar entre USD 140 y USD 157.
“El reciente conflicto en Oriente Medio se produce inmediatamente después de la mayor conmoción que han sufrido los mercados de productos básicos desde los años setenta: la guerra de Rusia con Ucrania”, señaló Indermit Gill, economista en jefe y vicepresidente sénior de Economía del Desarrollo del Banco Mundial. “Eso tuvo efectos disruptivos en la economía global que persisten hasta hoy. Los responsables de formular políticas deberán estar atentos. Si el conflicto se intensificara, la economía mundial enfrentaría una doble crisis energética por primera vez en décadas, no solo por la guerra en Ucrania, sino también por el conflicto en Oriente Medio”.
“El aumento sostenido de los precios del petróleo conlleva inevitablemente la suba de los precios de los alimentos”, afirmó Ayhan Kose, economista en jefe adjunto y director del Grupo de Perspectivas del Banco Mundial. “Si se materializara una crisis grave de los precios del petróleo, aumentaría la inflación de los precios de los alimentos, que ya es bastante elevada en muchos países en desarrollo. A fines de 2022, más de 700 millones de personas —casi una décima parte de la población mundial— padecían desnutrición. Una escalada del conflicto reciente intensificaría la inseguridad alimentaria no solo dentro de la región, sino también en todo el mundo”.
El hecho de que el conflicto haya tenido hasta ahora solo un impacto modesto en los precios de los productos básicos puede reflejar la mejora de la capacidad de la economía mundial para absorber las crisis de los precios del petróleo. Según el informe, desde la crisis energética de la década de 1970, los países de todo el mundo han reforzado sus mecanismos de defensa contra este tipo de conmociones. Han reducido su dependencia del petróleo: desde 1970, la cantidad de petróleo necesaria para generar USD 1 del producto interno bruto se ha reducido más de la mitad. Asimismo, cuentan con una base más diversificada de exportadores de petróleo y mayores recursos energéticos, como las fuentes renovables. Algunos países han establecido reservas estratégicas de petróleo, han creado mecanismos para coordinar la oferta y han desarrollado mercados de futuros para mitigar el impacto de la escasez de petróleo en los precios. Estas mejoras sugieren que una escalada del conflicto podría tener efectos más moderados de lo que habría tenido en el pasado.
Sin embargo, en el informe se señala que los responsables de formular políticas deben permanecer alerta. Algunas materias primas —en particular, el oro— están enviando señales de advertencia sobre las perspectivas. Los precios del oro han aumentado alrededor de un 8 % desde el inicio del conflicto, y guardan una relación particular con las preocupaciones geopolíticas: aumentan en períodos de conflicto e incertidumbre, lo que a menudo indica una erosión de la confianza de los inversores.
Si el conflicto se intensifica, los responsables de formular políticas en los países en desarrollo deberán tomar medidas para gestionar un posible aumento de la inflación general. Dado el riesgo de una mayor inseguridad alimentaria, los Gobiernos deben evitar las restricciones comerciales, como las prohibiciones a la exportación de alimentos y fertilizantes, ya que este tipo de medidas suele intensificar la volatilidad de los precios y la inseguridad alimentaria. También deben abstenerse de introducir controles y subsidios de precios en respuesta al aumento de los precios de los alimentos y el petróleo. Una opción más adecuada es mejorar las redes de protección social, diversificar las fuentes de alimentos y aumentar la eficiencia en la producción y el comercio de alimentos. A largo plazo, todos los países pueden reforzar su seguridad energética acelerando la transición hacia fuentes renovables, lo que mitigará los efectos de las crisis del precio del petróleo.